Protegido por la invisibilidad, Perseo se acercó volando a la playa donde dormían las tres Gorgonas; éstas tenían un aspecto terrible: eran monstruos alados, con largos dientes y lengua bifurcada, uñas de bronce y serpientes en vez de pelo. Su mirada transformaba a los hombres en piedra. Sólo Medusa podía ser asesinada. El héroe se acercó sin mirarla directamente, pero con la mirada reflejada en el escudo y con un golpe del hocíno de Hermes le descolgó la cabeza y la puso en el bolso. Pudo escaparse de las otras gracias al yelmo de la invisibilidad. De la sangre de Medusa esparcida sobre la playa nació el caballo alado Pegaso.