El Depredador CAP═TULO XIII
El ojo crφtico menos cualificado de la ciudad


Capφtulos Anteriores

Por Carlos Atienza



Madrid, 29 de enero del 97.

Estoy pasando por el peor momento de mi vida y este diario ha de ser testigo de ello.

ComenzarΘ hablando de la semana pasada, cuando estuve a punto de recibir un hijo y s≤lo mis grandes dotes como negociador impidieron la tragedia. Asφ, sin anestesia. íJoder quΘ gentuza! Bueno, el doctor se port≤ de maravilla (y se llev≤ al bolsillo casi cinco kilos) y yo pude deshacerme de esa familia de alima±as que pretendφan engancharme a toda costa. Cuatro duros, comparado con el da±o que podrφan haberme hecho esos desalmados si hubiera tenido que pasar el resto de mi vida teniendo algo en com·n con ellos. No puedo imaginar lo que hubiera sido de mφ si hubiese tenido que casarme con esa paletilla, con esos padres, con esos hermanos. En fin, que volvφ a nacer, aunque ·ltimamente me encontraba un tanto raro. No habφa dormido muy bien esos dφas y pensΘ que necesitarφa un descanso, aunque, siendo sincero, casi nunca paro de descansar. La verdad es que no sabφa lo que me pasaba pero s≤lo el pensamiento de la familia monster alejada de por vida me hacφa recuperar la energφa.


El pensamiento del depre: No sΘ, no sΘ. Esto es muy raro. No puedo parar de pensar en que en el fondo el hijo es mφo...Pero bueno, hay que ver lo contenta que estaba ella con que yo fuese el padre. Ahφ estß la prueba de que no habφa amor sino ganas de pillar cacho....

Tras cuatro o cinco dφas de cierta normalidad, trabajando y haciendo una vida algo mßs familiar que de costumbre, lleg≤ el lunes. Fatφdico lunes.

Siendo las nueve y media de la ma±ana me encontraba en el garaje de mi casa, dispuesto a coger el coche para ir a trabajar, como de costumbre. Cuando abrφ la puerta del auto oφ un ruido extra±o muy cerca de mφ y mirΘ a mi alrededor. En ese preciso momento me di cuenta de que tres hombres fuertes; muy fuertes, si no lo hubieran sido tanto seguro estoy de que hubiese podido con ellos sin problema alguno, se acercaban a mφ de una forma rara y apresurada. S≤lo me dio tiempo a preguntar que quΘ problema tenφan. En un instante perdφ el conocimiento.


Los tres hombres: Vamos, deprisa, meterle en el maletero que no hay tiempo que perder...

Cuando me despertΘ estaba en una habitaci≤n oscura. No podφa ver casi nada y sentφa un fuerte dolor en la parte posterior de la cabeza. Oφ voces al otro lado de la puerta y me incorporΘ para intentar saber de quΘ hablaban. Estaba aterrado y tras escuchar su conversaci≤n lo estuve aun mßs. No habφa ninguna duda. íMe habφan secuestrado!

Las horas pasaban y mi impotencia crecφa por momentos. De repente la puerta se abri≤ y no tuve mßs remedio que taparme los ojos ante la avalancha de luz. Tras unos minutos en los que difφcilmente pude ver algo mßs que varias sombras, recuperΘ la visi≤n y pude observar como delante de mφ se encontraban dos hombres y una mujer, bastante atractiva, por cierto. Lo primero que hicieron es confirmarme lo que yo habφa intuido desde un principio. Estaba secuestrado y pedφan por mφ trescientos millones. Los cabrones sabφan muy bien que Papß tenφa dinero en abundancia.


Sus peticiones: Sabemos quien eres y, lo mßs importante, quien es tu padre. Si Θl no pone obstßculos y no hace las tφpicas tonterφas como avisar a la policφa, contratar detectives etc, esto acabarß muy pronto para tφ. Si, por el contrario, no act·a como le hemos dicho, t· estarφas en una situaci≤n muy complicada...

El trato que he recibido hasta la fecha es bastante bueno. Llevo aquφ dos dφas y han dejado que me duche, me dan bien de comer y cenar e incluso jugamos al parchφs. Imagino el trago que estarßn pasando mis padres y amistades. No tengo ni idea de c≤mo van las negociaciones. Lo ·nico que me han dicho es que me calle y que responda cuando me pregunten. Si no fuese yo como soy, con esa templanza, esa firmeza y ese saber estar que siempre me han caracterizado, no creo que pudiera soportarlo. Me han dado incluso libros, papel y bolφgrafo, que en este preciso momento utilizo para relatar mi historia en este diario testigo de mi vivir.

Es miΘrcoles por la ma±ana y estoy empezando a comerme un poco la cabeza. Seguro que Papß no tendrß ning·n reparo a la hora de pagar, pero es un poco mosqueante. Llevo aquφ ya dos dφas, que se dice pronto, y todavφa no he recibido ninguna se±al por parte de los secuestradores. Confφo en la capacidad negociadora de Papß para que esto se resuelva pronto.


Papß: Esto me va a matar. Dudo. No sΘ quΘ hacer. Si llamo a la policφa probablemente no volvamos a ver a Arturo nunca mßs. Pero si no llamo puede que ni le veamos a Θl ni a los trescientos millones que me piden...

Me he dado cuenta de que a la mujer le gusto. Estß muy pendiente de mφ y parece preocupada por que todo se resuelva de una forma positiva. Hay ocasiones en que da la sensaci≤n de que estamos solos en la casa y, bueno, yo soy todo un hombre y ella estß de padre y muy se±or mφoà..Si no estuviΘramos en esta situaci≤n seguro que me la podrφa camelar fßcilmente. Es la tφpica tφa que me va, ese tipo de mujeres que parece que se va a comer el mundo y luego se derriten ante la mirada de un autΘntico hombreà..