Un dios amado por de los Griegos era, por el contrario, Hermes: muy listo, emprendedor, mensajero puntual y lleno de encargos. Desde su nacimiento demostró tener dotes excepcionales: nació por la mañana, y a mediodía salió y encontró una tortuga que pronto mató utilizando su caparazón para hacer una lira. El mismo día robó cincuenta bueyes de Apolo, que se llevó haciendo que caminaran hacia atrás para confundir las ideas.