El guapo Narciso, que había rechazado el amor de la ninfa Eco, fue condenado a enamorarse de su propia imagen, así cuando se vió reflejado en una fuente, intentó abrazarse y se cayó. El escultor Pigmalión, al contrario, que no quería enamorarse para no distraerse de su trabajo, fue obligado a enamorarse de una estatua que había esculpido. El hijo de Afrodita, Eros, estaba representado como un niño alado que con sus flechas se divertía en herir a unos y otros, dando o quitando la capacidad de amar.