Tenían poderes también para manejar las fuerzas de la naturaleza: por ejemplo, Poseidón con un golpe del tridente podía provocar terremotos o marejadas; Apolo con los rayos del sol podía secar o volver lozana la vegetación. Está claro que en el origen todas estas divinidades simbolizaban las fuerzas de la naturaleza que el hombre primitivo no sabía explicarse, e imaginaba dotadas de vida propia o movidas por un dios. Bosques, fuentes, montañas y árboles eran asociados a divinidades particulares (Ninfas y Sátiros) que no vivían encima del Olimpo y estaban bajo la autoridad de los dioses más importantes.