Eran inmortales y siempre jóvenes, muy hermosos y altos, podían desplazarse instantáneamente de un lugar a otro y tomar el aspecto que quisieran; pero tenían también todos los defectos propios de los mortales: eran celosos, pleitistas, envidiosos, intentaban siempre conseguir más poder a costa ajena y se metían en todas las discordias de los humanos favoreciendo a unos u otros.