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El Depredador CAP═TULO XXVIII![]() |
Capφtulos Anteriores Por Carlos Atienza |
Madrid, 14 de Mayo del 97. John Wayne enfund≤ su pistola mientras contemplaba como morφa a sus pies el ·ltimo de los malos. Aparecieron los tφtulos de crΘdito y son≤ la tφpica m·sica de bangio que me hizo percatarme de que la pelφcula del Oeste habφa terminado. Me estirΘ y emitφ un bostezo acompa±ado de ciertos ruidos guturales mientras construφa un croquis mental sobre lo que iba a hacer en aquel apacible dφa de San Isidro. Me acordΘ de los triunfos de la ·ltima semana, sobre todo en el terreno profesional, y me preparΘ un cocktail on the rocks como desayuno, para celebrar la futura fusi≤n entre Natis International y Enter-Please, que serφa sin duda el camino de la monopolizaci≤n del mercado de seguros de alfombrillas para rat≤n. Leφ los mensajes del contestador, que no habφa podido escuchar el dφa anterior por sobrecarga de estrΘs mental. (Mi actividad psφquica cotidiana raya en los extremos de lo absurdo de tal manera que yo dejo de ser yo al final del dφa). Entre otros mensajes que en este momento no vienen al caso se encontraban un par o tres de la pesada de Rosaflor, que ya estaba empezando a cargar mis neuronas con sus s·plicas, enfados y tontas explicaciones sobre el caso. Evidentemente se sentφa como un animal enjaulado que no sabe c≤mo salir. Me dio pena, no s≤lo por las circunstancias que en este momento le rodeaban sino ademßs por la opini≤n que de ella debφa tener su marido: pocas veces me habφa topado con una mujer tan torpe en la cama.
La audici≤n del desagradable timbre de voz de Rosaflor me hizo decidirme a pasar el dφa de San Isidro como estaba mandado: en la Plaza Mayor bailando un chotis. LlamΘ a Alfredo y le animΘ a una jornada singular. A rega±adientes conseguφ arrastrarle hasta el coraz≤n de mis Madriles, donde chulapos y chulapas lucφan el palmito. En honor a la verdad he de decir que no bailΘ chotis ni nada que se le parezca, mßs que nada porque, dada la operaci≤n de fusi≤n que tenφa entre manos, no me podφa arriesgar a que alguien reconociera mi identidad y pudiera transmitir posible informaci≤n perjudicial para los intereses de las compa±φas. Asφ que nos sentamos en una terracita a divisar el espectßculo, cuando de pronto se acercaron a nuestra mesa dos chulapitas de tez bastante morena y pelo negro que decφan llamarse Paqui y Chelo. |
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