En el siglo XX se ha vivido la edad tecnológica más interesante de toda la historia. Los avances en la atención de la salud, la investigación científica, el transporte, las telecomunicaciones, la producción de alimentos y los métodos de manufactura en masa, además de nuestro mayor comprensión del medio ambiente, han alcanzado cotas que hace sólo una generación no hubiéramos creído que fueran posibles. Ahora que nos preparamos para recibir un nuevo milenio, las posibilidades de seguir experimentando e inventando son ilimitadas.
La electricidad "verde", es decir, energía generada por fuentes renovables en lugar de combustibles tradicionales, existe en abundancia. Las empresas generadoras de energía deben invertir en fuentes naturales de producción, como el agua y el viento. En los Países Bajos y los Estados Unidos ya se encuentran en marcha varios proyectos que marcan una pauta. El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) está creando un servicio de evaluación para empresas que investigan sistemas de energía renovable.
Todos los sectores industriales pueden beneficiarse si emplean la energía con mayor eficacia, lo que no sólo ahorra dinero a las compañías, sino que además sirve para reducir en el mundo entero el riesgo de los cambios del clima. Por dicho motivo, el sector empresarial debe concentrarse en idear y fabricar sustitutos, como vehículos alimentados por otros tipos de energía. Los arquitectos deben proyectar edificios que aprovechen la energía solar y cuyas fachadas reflejen mejor el calor y sirvan para mantener fresco su interior. Además, debemos plantar árboles en nuestras ciudades, que den sombra, mantengan baja la temperatura ambiente y absorban CO2.