By Regina Vásquez
Simples cambios en la forma de vida de los cazadores indígenas del Mato Grosso brasileño no sólo ayudará a garantizar su futuro, sino también protegerán a una rica fuente de biodiversidad de las cada vez más dañinas actividades humanas
Brasília, Brasil. Los indios Xavantes de Brasil eran un pueblo nómada muy feroz, pero ahora viven en comunidades sedentarias. Cerca de 850 Xavantes, agrupados en cuatro comunidades aisladas, comparten un área de 329 mil kilómetros cuadrados en la Reserva Indígena de Rio das Mortes, ubicada en el estado de Mato Grosso. Sólo una pequeña parte de ellos habla portugués y está en capacidad de comunicarse con extraños.
Los Xavantes transmiten todavía sus ancianas tradiciones oralmente, pero, desde que la Reserva fue creada, han abandonado algunas prácticas tradicionales como moverse por el territorio en busca de caza. Por eso, aunque ellos aún capturan de forma tradicional, lo hacen en un área limitada, a apenas 15 o 20 kilómetros de sus poblados.
El hogar de los Xavantes es la sabana brasileña, el Cerrado, que cubre más de dos millones de kilómetros cuadrados (aproximadamente 22% del total del país). Esta sabana tropical tiene vegetación de lento crecimiento y árboles y arbustos esparcidos aquí y allá. La abundancia de flora, aves y mamíferos resulta contrastante con la baja fertilidad de la tierra de el Cerrado.
Esta es la razón por la cual la caza siempre ha sido la principal actividad de los Xavantes. No obstante, a finales de los años 80, los indígenas de la Reserva Rio das Mortes encontraron cada vez menos venados, pecaríes, osos hormigueros, tapires y armadillos. Todos estaban desapareciendo. Todos los días regresaban al poblado sin nada que comer.
Los Xavantes se dieron cuenta que algo andaba mal con la fauna, pero no sabían qué era lo que estaba pasando. Entonces contactaron al Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés) para que les ayudara a descubrir por qué la caza, de la que ellos dependen para comer, ya no se conseguía.
Un proyecto de investigación de WWF analizó la escasez de animales silvestres y encontró una simple respuesta. Como los Xavantes ahora cazaban alrededor de sus asentamientos, en vez de moverse de lugar en lugar, estaban presionando sólo esa área limitada y las especies, por lo tanto, corrían peligro de desaparecer.
La propuesta de WWF solicitaba un plan de manejo de la cacería en la Reserva Xavantes, haciendo énfasis en que, para que el esquema fuese exitoso, la cuatro comunidades debían comprometerse a cumplirlo. Esto fue difícil debido a que los indígenas no confiaban los unos con los otros. No obstante, los cuatro jefes de las comunidades finalmente firmaron, en mayo pasado, un acuerdo y el plan fue puesto en práctica.
La primera parte del programa de manejo consistió en proteger, por un período de entre tres y cinco años, un tercio de la Reserva -dependiendo de las especies de caza- con un monitoreo de la fauna en tres áreas seleccionadas.
La cultura Xavante proporcionó la segunda parte del plan: la revitalización del calendario tradicional de caza que permite la rotación de las áreas de captura. Durante el período de sequía, ellos incrementan también las actividades pesqueras para así reducir la presión sobre los mamíferos.
Adicionalmente, los Xavantes han entendido cómo cultivar orquídeas y se han introducido en la agricultura, gracias al aporte de la Fundación Indígena Brasileña. Y, finalmente, los miembros de las tribus patrullan el área para prevenir que otros cazadores ingresen a la Reserva en busca de animales.
Por lo tanto, mientras se trabaja para alcanzar la sostenibilidad, este plan de manejo de caza proporciona una herramienta importante en la preservación, tanto de la cultura Xavante como de el Cerrado. Allí coexisten entre cuatro mil y 10 mil especies de plantas vasculares, además de 429 de árboles y arbustos. Sólo en el Distrito Federal brasileño, que cubre cinco mil 822 kilómetros cuadrados, se pueden conseguir más de 400 especies de aves y 100 de mamíferos (entre ellos, 30 especies de murciélagos).
La presencia humana en el Cerrado comenzó en el Siglo XVIII, cuando los mineros llegaron a la región en busca de oro y piedras preciosas. Luego vinieron ganaderos y, posteriormente, granjeros. Pero fue después de la construcción de Brasília, a finales de los años 50, cuando se incrementó la presión sobre la naturaleza ubicada en el área. Hoy en día, casi la mitad de el Cerrado ha sido desmontada.
Aunque esta zona es una de las sabanas con mayor biodiversidad del mundo, menos de dos por ciento de su territorio está bajo protección gubernamental. Rio das Mortes no es, oficialmente hablando, una unidad de conservación, pero el hecho de que sea una Reserva Indígena le proporciona cierto grado de protección contra otras actividades humanas, como la ganadería y la agricultura, las cuales son , justamente, las mayores amenazas para el área.
Tanto hoy, como en el pasado, los hombres Xavantes van a cazar en grupos en la sabana. No montan caballos, sólo caminan a las áreas de captura seleccionadas, luego las rodean, les prenden fuego y esperan a que los animales salgan para cazarlos con flechas y escopetas. Luego recolectan los cuerpos para la comida del día y regresan a la aldea donde las mujeres preparan la carne. Parte de ella es cocinada y todos los Xavantes comen, mientras que los sobrantes son ahumados para otro día.
Ellos ahora confían en que éste sí llegará.
(Traducción: Juan Ignacio Cortiñas S.).
* Regina Vásquez es periodista de WWF Brasil.