Su padre y su abuelo habían sido toreros, y ambos emplearon el mote de Manolete: José Rodríguez Pepete fue su tío abuelo, y Bebé Chico, su tío carnal.
Su cordobesa circunspección imprimía a su ademán y a su continente una verdad trágica y torera pocas veces vista. Manolete concebía el toreo no como una profesión, sino como un ideal. El no salía al ruedo con la poco ambiciosa intención de cumjplir, simplemente, sino que se entregaba a su vocación torera con una honradez insobomable y con una actitud mística, presbiteral. Toreaba con tal solemnidad y con tan cabal disposición al holocausto, que en sus trasteos, más que instrumentar, oficiaba el toreo, y los brindis de sus faenas eran más bien litúrgicos ofertorios.
Manuel Laureano Rodríguez Sánchez nació en Córdoba el 5 de julio de 1917. Debutó como novillero en 1931, y -- sin haberse presentado en tal categoria ante el público de Madrid -- recibió la borla de matador de toros en Sevilla, el 2 de julio de 1939. Manuel Jiménez Chicuelo fue su padrino, y Rafael Vega de los Reyes Gitanillo de Triana, el testigo. El encierro lidiado procedió de la vacada de Clemente Tassara. La confirmación madrileña tuvo verificativo el inmediato 21 de octubre. Se lidió entonces una corrida de Antonio Pérez Tabernero, y Marcial Lalanda fungió como doble padrino, al confirmar la alternativa del propio Manolete y la de Juan Belmonte Campoy. La revalidación mexicana del doctorado español, se escenificó en El Toreo de la Condesa, el 9 de diciembre de 1945. Se corrió un encierro de Torrecilla, y Silverio Pérez otorgó los trastos al Monstruo cordobés en presencia de Eduardo Solórzano. (Este, hondamente impresionado por las hechuras toreras de Manolete -- y sintiéndose incapaz de igualarlo -- optó por retirarse inmediatamente de los toros). Cabe consignar que el 5 de febrero de 1946, Manolete tomó parte en la corrida inaugural de la plaza México -- el coso más grande del mundo. Alternó entonces con Luis Castro El Soldado y con Luis Procuna, en la lidia de un encierro de San Mateo.
El trazo majestuoso de sus lance; el recorte categórico de sus medias verónicas; la sublime naturalidad de su toreo paralelo y la enjundiosa entrega de sus estocadas, lo convirtieron en un torero de época no sólo en la Peninsula, sino en todas las naciones de la América taurina.
Al volcarse sobre Islero, de Miura, en el último volapié de su vida, resultó herido mortalmente, el 28 de agosto de 1947, en la plaza de Linares. Gitanillo de Triana y Luis Miguel Dominguín completaron el cartel.
(por Federico Garibay Anaya)
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