PLAZA DE TOROS
DE SANTAMARÍA
 
Domingo 16 de febrero de 1997
Quinta de abono
 
Seis toros de TORREALTA de desigual presentación, que,
aunque algunos flojos de remos, ofrecieron un magnífico juego
en conjunto para los espadas. El primero embistió con gran
clase en los tres tercios. El segundo también fue bravo y noble
y se dejó en la muleta. El tercero, falto de casta, buscó tablas
pero no ofreció peligro alguno. El cuarto fue el menos potable
del encierro, parándose en el último tercio. El quinto fue un
gran toro, que transmitió y embistió con codicia durante todo el
transcurso de su lidia. El sexto fue un toro de bandera, que dio
una gran pelea en todos los tercios y además tuvo clase,
nobleza, casta y bravura. Fue indultado. Con excepción del 
tercero y cuarto, todos recibieron grandes ovaciones en el 
arrastre.
 
Pesos: 524, 495, 504, 518, 504, 574.
 
CESAR RINCÓN
de olivo y oro
(dos orejas y silencio)
media lagartijera; dos pinchazos y estocada
 
JOSÉ MIGUEL ARROYO "JOSELITO"
de verde botella y oro
(oreja y oreja con dos vueltas al ruedo y bronca al usía
por no conceder injustamente la segunda)
dos pinchazos y estocada; estocada
 
JESUS JANEIRO "JESULÍN DE UBRIQUE"
limón y plata
(oreja e indulto)
estocada; -
 
Entrada: Lleno hasta las banderas con sobrecupo.
 
Gran ambiente y excesiva entrada para una corrida que generó gran expectativa en los aficionados de la primera plaza del país. Al inicio del paesillo se tributó una gran ovación a los alternantes y, muy especialmente, al diestro colombiano Cesar Rincón por su primera comparescencia ante esta plaza tras un largo período de inactividad taurina.
 
El maestro colombiano recibió al primero de la tarde con unas ajustadas verónicas para posteriormente ejecutar un buen quite por chicuelinas. Inició su faena un tanto atropellado por lo que optó por cambiar de terrenos al animal llevándoselo al centro del ruedo. Tras citar de largo, consiguió ligar muy buenas series por la derecha aunque con el defecto de llevar la muleta a media altura en varias ocasiones. Tampoco porfió mucho con la izquierda, si bien es cierto que por este pitón el toro se venció en el capote en varias ocasiones. Sin embargo, César logró una excelente faena desplegando su gran poder y mando y sus grandes conocimientos de los terrenos y las distancias. Mató de media lagartijera con lo que el toro rodó sin puntilla y le fueron concedidas las dos orejas. A su segundo lo recibió con unas buenas verónicas a pie junto para posteriormente llevarlo al caballo con unos hermosos delantales. Lastimosamente dejó que le acabaran el toro en la pica con lo que lo que fue muy poco lo que vimos en su faena de muleta. Su labor fue silenciada.
 
El gran triunfador de la corrida fue, sin lugar a dudas, el gran maestro madrileño "Joselito", tras cuajar una de sus más completas actuaciones en esta plaza. Al primero de su lote, segundo de la tarde, lo bordó con unas cadenciosas verónicas a pie junto bajando mucho la mano y obligando al astado. Inició su faena de muleta por bajo, flexionando la rodilla, para llevarse al animal al centro del anillo. Allí logró ejecutar muy buenas series con ambas manos, dejándo venir al toro de largo, para después embarcarlo y llevarlo muy templado, bajándo la mano y mandando, como obligan los cánones. El as de la espada falló pinchando dos veces en todo lo alto, pero fue tal la gran calidad de su faena, que, después de lograr una entera, el público solicitó mayoritariamente la oreja, que le fue concedida muy acertadamente por la presidencia. Estaba muy motivado el joven maestro, y con esa voluntad de agradar, recibió al segundo de su lote ejecutando un excelente quite por chicuelinas rematado con una bella serpentina. Con la muleta, logró bordar el toreo con ambas manos: cualquier adjetivo es poco para describir la calidad y profundidad únicas con las que "Joselito" nos deleitó en aquella tarde, manejando prodigiosamente la muñeca y "desmayando" el brazo, casi hasta arrastrar la muleta por la arena, para conseguir una de las mejores faenas jamás vista por quién estas líneas escribe (que no han sido pocas). Toro y torero se entregaron el uno al otro, construyendo una auténtica obra de arte para el delirio de todos los presentes. Incluso el arte estuvo presente cuando el maestro montó la espada para cobrar una gran estocada que hizo rodar al toro sin puntilla. Sin embargo, en auténtico gesto de regionalismo y para compensar la mala fortuna del diestro nacional César Rincón en su segundo toro, la presidencia se negó a conceder la segunda oreja con lo que el público se enardeció y la emprendió contra ella a gritos de "pícaro" y "mala presidencia". Poco después, el diestro madrileño dio dos aclamadísimas vueltas al ruedo escuchando gritos de "torero, torero" e incluso se le pidió que diera una tercera vuelta a lo que no accedió el maestro (ya conocemos la gran seriedad de esta máxima figura). En suma, y para fortuna de los quince mil aficionados presentes, logramos observar en su punto álgido a una de las más grandes figuras del toreo contemporáneo, que logra sorpender por su gran facilidad y variedad en las diversas suertes, tanto de capa como de muleta. Y qué decir de sus grandes virtudes con la espada!!!
 
El joven diestro "Jesulín de Ubrique" recibió al primero de su lote con unas buenas verónicas cargando la suerte. Con la muleta, recurrió a su tradicional estilo de arrimarse muchísimo y porfiar con el toro. Logró, ante todo, una faena de mucha voluntad y entrega, haciendo gala de un escalofriante valor, lo que posteriormente lo hizo acreedor a una oreja. Al último de la tarde, un toro de bandera, le instrumentó una excelente tanda de verónicas para rematar con una media. Cabe anotar que el toro dio una gran pelea tanto en varas como en el tercio de banderillas. Inició su faena con seis pases en el estribo sin moverse un ápice para rematar con dos pases de pecho. Aunque no en el centro del ruedo, Jesulín se embriagó de toro, consiguiendo una faena muy larga y de gran calidad que incluyó pases de todas las marcas. Aquí vimos en toda su dimensión al Jesulín serio y ortodoxo que puede correr la mano y ligar excelentes pases por ambas manos sin recurrir al tremendismo. Faena que, otra vez, logra acallar las voces de todos sus detractores, mostrándose como el torero clásico y bien profundo que todos los aficionados queremos ver. Por otro lado, cabe destacar la superior calidad del toro que fue una auténtica "carretilla" y embisitió con gran clase y codicia durante toda la lidia. Por supuesto, se pidió el indulto para el animal que la presidencia justamente otorgó.
 
Al final, mayoral y toreros salieron a hombros para rematar una apoteósica e  inolvidable tarde de siete orejas (que debieron ser nueve), y que dejará una profunda huella dentro de todos los aficionados que tuvimos la gran fortuna de asistir a ella.
 
Luis Fernando Mejía Alzate