El asedio es una parte orgánica
dentro de la época de los reyes, esto es de "Age of Kings".
El dominarlo es toda una técnica, que dará frutos a su
usuario como un eficaz y solvente sistema de extracción de recursos;
si bien ambos aspectos son vitales, y están íntimamente
vinculados, el asalto a la fortalezas estará en el orden de prioridades
de toda batalla que se precie.
No tratamos en la explicación
de manifestar que el único sistema válido sea el que a
continuación está plasmado, que no es ni más ni
menos efectivo que los que vosotros despleguéis habitualmente
(citamos al sabio refranero español: "cada maestrillo tiene
su librillo"); pues cada fortaleza es un mundo –sobre manera si
ni ha sido creada por un patrón de IA–, y cada jugador nutre
sus mesnadas de las unidades que más le gustan o que las posibilidades
le permiten –bien por escasez de recursos o por deshabilitación
de tecnología–.
El ejército que tome
parte activa habrá de tener, como mínimo, tres grupos
de unidades creados: uno que englobe a las unidades de asedio strictu
sensu (lanzapiedras, onagros, arietes), otro que contenga las unidades
de asalto y de saqueo, y por último un contingente destinado
a la defensa del primero –tanto de aquellas acometidas procedentes de
intramuros como las posibles llegadas de refuerzos por parte de equipos
aliados o de otros establecimientos del mismo jugador–. Asimismo podremos
diferenciar la primera agrupación en distintos subgrupos, de
forma que cada uno simplifique la llamada a las unidades según
su especialidad: los arietes para derruir las puertas y murallas, mientras
concentramos el fuego de los onagros asistiendo a la labor de aquellos
o en su caso concentrando su capacidad destructiva sobre las torres
más próximas al perímetro exterior; simultáneamente
los lanzapiedras darán cuenta de objetivos más lejanos
–que previamente habremos de haber descubierto con exploradores, nunca
con trampas- que imposibiliten en la medida de lo posible una respuesta
contundente (barracas, granjas, establos, castillos, etc.).
De tratarse de una fortaleza
con puerto de mar, un cuarto grupo habría de tenerse en cuenta,
que es el de los galeones con los cuales abrir una segunda línea
de batalla, que conseguirá diseccionar los efectivos defensivos
enemigos, distrayendo sobremanera sus unidades de asedio. Incluso podríamos
intentar un desembarco, pero para eso sería necesario tener la
fortuna de nuestro lado.
El grupo de asalto, compuesto
por todo tipo de unidades de infantería y caballería (los
arqueros son prácticamente inútiles, no así los
artilleros manuales) entrará en escena cuando la puerta haya
sido abatida, o en su defecto cuando hayamos conseguido abrir una brecha
de entidad en el perímetro defensivo. En el caso de que hayan
sobrevivido a los primeros compases del asedio, emplearemos los arietes
en asistir al mencionado grupo en la destrucción de edificaciones
vitales. Sería conveniente haber tenido la deferencia de introducir
en la dotación alguna pareja de sacerdotes, empleando uno de
ellos en la re-conversión de eventuales jugarretas enemigas,
mientras el otro recupera su fe y sana a los más que posibles
heridos.
Como se ha podido leer,
todo esto supone de la presencia de una puerta, el talón de Aquiles
de toda fortaleza (ojo, de no existir, todo sería más
fácil). Pero no acaba aquí, pues vosotros como creadores
del escenario podréis tratar de dificultar la consumación
del asedio al incauto jugador humano de turno. Así como antes
tratamos de abstraer un modelo ideal de asedio, haremos lo propio con
la defensa. Como medida de seguridad cabría la posibilidad de
construir un doble sistema de entrada/salida, con un compartimento a
modo de recibidor, que consistiría en dos puertas –no en posiciones
paralelas–, que evitarían entre otras cosas la entrada de exploradores
asediantes para abrir campo de tiro a los lanzapiedras.
El establecimiento de estos
armatostes tras los muros, puede infligir sustanciosas bajas al cuerpo
de asalto y a los arietes –inmunes a las saetas de nuestras torres comunes–,
e incluso si el asaltante es novato, podríamos dar cuenta de
sus correspondientes si no tomó la distancia de seguridad en
su disposición.
Supuesto ser parte pasiva
en el asedio, supone que el nutrido grupo de defensores habrá
de ser distinto al de los atacantes, lo cual nos lleva a determinar
la existencia de arqueros que comiencen a trabajar antes de que los
‘malos’ puedan dañarles. Obviamente una congregación notable
de sacerdotes acompañados de una, no menos populosa, parroquia
de infantería.
La última prescripción
que os hacemos es la de la ubicación de la fortaleza. Normalmente
conviene que lo hagamos por la IA –por lo que no pueda pasar–, y por
si fuera poco, de forma total, con murallas inclusive. En esta acción,
dejaremos espacio suficiente intramuros para las construcciones que
se la hayan ordenado vía trigger. El lugar, cuanto más
alto mejor, y si es posible que sea la cima de un desfiladero, mejor
aún.