ZARAGOZA CONTEMPORÁNEA
Tras la Guerra de la Independencia, Zaragoza se enfrenta al reto de su reconstrucción, un largo proceso que se desarrolla a lo largo del siglo XIX y comienzos del XX. Si bien la recuperación material es lenta, el crecimiento demográfico se acelera, gracias a una elevada natalidad y, sobre todo, a una fuerte corriente migratoria desde el ámbito rural a la capital: en 1905 se superan ya los 100.000 habitantes. La ciudad vive momentos de cambio: se instalan nuevas industrias, llega el ferrocarril, surgen nuevas clases sociales y la idea de progreso lo impregna todo. Estos factores se unen para trazar un nuevo plano urbano que será la base de la Zaragoza actual.
Las nuevas teorías sobre higiene urbana y las necesidades del tráfico hacen necesaria una serie de intervenciones municipales en el casco histórico. Se ensanchan y alinean calles como la de Don Jaime; se abren otras nuevas que rompen el trazado antiguo, entre las que destaca la de Alfonso I, amplia vía de comunicación entre el Coso y la Plaza del Pilar que pronto se convertirá en un importante sector comercial; y se crea un nuevo mercado con las adecuadas condiciones de salubridad.
La celebración de la Exposición Hispano-Francesa, que conmemora el primer Centenario de los Sitios de Zaragoza en 1908, impulsa la urbanización del sector de la Huerta de Santa Engracia, en torno a la actual Plaza de los Sitios. Otra actuación que cambia el aspecto de la ciudad es la creación del Salón de Santa Engracia, hoy Paseo de la Independencia. Su diseño sigue modelos franceses: el centro peatonal, con árboles, bancos y quioscos, las viviendas de tres pisos con buhardillas y los pórticos laterales evocan los famosos bulevares parisinos. Siguiendo la línea de este paseo, la actual Plaza de Aragón -antigua Glorieta de Pignatelli- se configura como un núcleo de construcciones de lujo que marcan la tendencia de crecimiento de la ciudad hacia el sur, subrayada años después con la construcción de la Facultad de Medicina y Ciencias y los proyectos de urbanización de los Paseos de Sagasta (1900) y de Pamplona (1905).
Más adelante, tras el cubrimiento del río Huerva, se traza la Gran Vía, que comunica el centro de la ciudad con el nuevo Parque de Buenavista (1929), lugar de esparcimiento y recreo para los zaragozanos. Se intensifica también la actividad en el extrarradio de Zaragoza. A falta de una adecuada planificación, las carreteras y las estaciones de ferrocarril se convierten en verdaderos focos de urbanización, donde surgen los nuevos barrios obreros, próximos también a talleres y fábricas.
En la Zaragoza de principios de siglo comienza el desarrollo de una avanzada y moderna industria, en sectores tan diversos como el químico, textil, siderometalúrgico, hidroeléctrico o el de la construcción. Mención aparte merecen las numerosas azucareras, reflejo del auge del sector remolachero en la región aragonesa. Este crecimiento conlleva la recuperación de la Banca aragonesa tradicional y la creación de nuevas entidades financieras. La clase burguesa disfruta de estos momentos de expansión; su posición económica se manifiesta en las ricas viviendas que construye en el Ensanche y en la adopción de las modas que llegan de Europa.
Dentro de la vida social de la ciudad, ocupan un lugar importante los cafés; locales como el Ambos Mundos, Moderno, París, o Universo ofrecen un ambiente confortable como centros de reunión y ocio. A otro nivel, tienen gran trascendencia las tertulias de la intelectualidad zaragozana: periodistas, artistas, escritores y críticos se reunen para tratar temas de actualidad en los salones del Centro Mercantil, del Casino Principal y del Heraldo de Aragón. A los teatros existentes -Principal, Pignatelli o Circo- se les suman otros nuevos, como el Parisina y el Variedades. Los espectáculos de mayor éxito son las zarzuelas, junto con las obras de Benavente y Echegaray y los conciertos de música. A la oferta teatral pronto se une la cinematográfica; se abren las primeras salas de exhibición, como Coyne, Palacio de la Ilusión, Farrusini, Ena-Victoria y Doré. Zaragoza es la cuna del cine español, donde Eduardo Jimeno rueda los primeros fotogramas del país en la Salida de misa de doce del Pilar.
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