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En la antigüedad la Naturaleza aborrece el vacío
. Se creía que el vacío era imposible en el mundo natural. En el siglo XVII, el físico y matemático italiano Evangelista Torricelli (1608–47) demostró que esto no era cierto cuando produjo el primer vacío. Llenó un tubo largo de mercurio y lo volvió del revés. El espacio en la parte alta del tubo, el llamado vacío de Torricelli, estaba en realidad saturado con vapor de mercurio a baja
Los vacíos no fueron estudiados de forma adecuada hasta 1650, con la invención de la primera bomba de extracción de aire por el ingeniero alemán Otto von Guericke (1602–86). Cuando fabricó una bomba que podía extraer eficientemente el aire de un recipiente, llevó a cabo un experimento, ahora famoso, para comprobar las propiedades del vacío. Fabricó dos grandes hemisferios de bronce de unos 50 cm de diámetro, situó una membrana delgada entre ellos, y los colocó unidos formando una esfera completa. Utilizando su bomba de vacío, extrajo el aire de entre los hemisferios, que quedaron pegados entre sí mantenidos por la presión atmosférica, que ejercía una fuerza hacia adentro. Guericke había construido cada hemisferio con un pequeño anillo de bronce situado en su extremo exterior, y en el que se podía atar una cuerda. Con una cuerda atada en cada esfera, dispuso de un gigantesco juego de tiro de cuerda entre dos equipos de ocho caballos. Ni siquiera 16 caballos fueron capaces de separar las esferas con el vacío. Guericke también descubrió que la luz puede viajar a través del vacío, pero que el sonido no puede hacerlo.
Habiendo tenido noticias sobre el experimento de Guericke, el químico de origen irlandés
Los múltiples usos actuales de los vacíos (desde las bombillas eléctricas hasta los frascos de vacío) pueden remontarse directamente en el tiempo hasta la investigación primitiva de Guericke y Boyle.