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Artículo realizado por
Miguel Angel Fernández "Raistlin"
Solución de Tomb Raider II.
Capítulo 3. El Escondite de Bartoli.
Allí me encontraba, sola en la oscuridad del canal, cuando sin acción alguna por mi parte la reja que me bloqueaba el paso se abre, como invitándome a entrar. Parecía bastante sospechoso, seguramente era una treta del tal Bartoli pero, ¿que otra cosa podía hacer más que seguirle el juego a mi anfitrión? Así que dejé mi lancha en el embarcadero y salí dispuesta a enfrentarme a cualquier cosa que hubieran preparado para mí.
La puerta estaba cerrada, así que subí por unas escaleras laterales y encontré el interruptor que la abre —bastante bien protegido, como era de esperar, por uno de los esbirros de Bartoli, más otro que llegó después—. Dentro, el recibimiento también fue a base de plomo, pero seguro que no contaban con mi buena puntería, cada vez mejor gracias a la práctica. Baste decir que nunca supieron de donde les llegaban los disparos, de tan rápido como me moví. Al otro lado de las ventanas había un par de perros que dieron también sus últimos ladridos. Tras recorrer la estancia, llamaron mi atención unas estatuas armadas con enormes espadas que guardaban un pasillo. En cuanto me acerqué, las espadas empezaron a moverse amenazadoras arriba y abajo pero, midiendo mi carrera con cuidado, pude evitarlas sin demasiada dificultad. Al fondo, en una habitación muy oscura —tuve que usar una bengala para poder ver algo— encontré un interruptor que, como siempre hago, pulsé de inmediato. Para entonces las estatuas habían detenido su mortal danza por lo que, afortunadamente, salir fue mucho más sencillo que entrar.

En cuanto me acerqué, las espadas empezaron a moverse |
De vuelta en la sala principal sentí curiosidad por una rampa de madera a la que muy pronto encontré utilidad para izarme —con un salto de espaldas— hasta el nivel superior donde, tras mover un enorme bloque de piedra, me hice sitio para saltar hasta el otro lado por encima de la barandilla y de allí, trepando por la pared, hasta un balcón exterior desde el que liquidé a un tipo apostado a mi derecha en otro balcón. Después vino lo más difícil, ¡no lo creeréis cuando os lo diga! Desde el balcón salté a un toldo, pero el maldito era muy resbaladizo, así que me desplacé colgada del borde hasta la parte izquierda, donde me icé y, mientras resbalaba, di un salto de espaldas y sin mirar hasta otro balcón que había enfrente ¡guau!.
Otro par de saltos más y acabé en otro toldo desde donde me lancé —con cuidado de no chocar con la pared— hacia una puerta que había abierto antes mediante uno de los pulsadores. Acabé con el comité de bienvenida perruno —cosa que no divirtió al dueño de los chuchos— y subí hasta una sala con una ventana que ¡lástima! rompí en pedazos. Al tipo que estaba en el balcón no le hizo gracia así que, bueno, le presenté mis disculpas y él no tuvo más remedio que aceptarlas de buen grado. Antes de salir al balcón observé, próxima a la puerta, una palanca bastante bien escondida que abrió una puerta al final de la escalera que acababa de subir. Dentro me esperaba el cadáver de un tipo que había liquidado previamente y otro dragón de piedra. ¡Ya empezaba a coleccionarlos!
Ahora sí, salí al balcón y entre por la siguiente ventana, donde un par de tipos y su perro me lo pusieron bastante difícil, persiguiéndome por toda la habitación. Durante unos minutos me pareció que no había más salida pero, finalmente, aprecié que el fondo de la chimenea tenía un aspecto sospechoso así que me acerqué y, empujándolo hacia adentro, me abrí paso. Tras liquidar a algunas ratas me tocó saltar por encima de unas enormes cuchillas móviles y de una serie de hogueras —esto último muy rápido y midiendo bien cada salto para no caerme—. Al llegar al final una puerta se abrió automáticamente y entré a una sala con tres lámparas situadas a diferentes alturas y un tipo que, desde el principio, se veía que era carne de cañón al igual que sus perros. Aquí estuve un buen rato entretenida, saltando de lámpara en lámpara, sin olvidarme de pulsar dos interruptores situados en sendas plataformas laterales. Tras subir hasta la viga principal del edificio y saltar al otro lado un tipo me estaba esperando y, sin dudarlo, le di su merecido. Volví a subir a la viga por el lado contrario y encontré otro interruptor que cambió la altura de las lámparas, permitiéndome bajar hasta una cavidad en el interior de un cuadro que se había abierto mediante uno de los pulsadores anteriores y donde encontré una llave. Es la casa más raramente construida que he tenido la suerte o la desgracia de recorrer en toda mi vida.
Nuevamente subí por las lámparas hasta una de las plataformas adyacente a la pared izquierda y salí por la ventana, recorriendo la cornisa hasta llegar al hueco de la chimenea, lanzándome por él al agua. Un interruptor sumergido me abrió camino hasta un dragón dorado y algo de munición, aunque a punto estuve de ahogarme en el intento por lo complejo del recorrido subacuático. Volví al punto de partida y abrí la puerta de la biblioteca con la llave que encontré en el cuadro. Tras liquidar al primer individuo que se me acercó me dirigí hacia el fondo y escalando por las estanterías llenas de libros alcancé un interruptor que abría otra de las puertas.
Allí me dirigí, liquidando a otro por el camino y, una vez dentro, escalé de nuevo las estanterías, salté y volví a escalar hasta una ventana que rompí. Crucé por ella, dejándome caer por la rampa y tras varios saltos bien medidos, primero al balcón y de allí hasta un tejadillo, acabé en una pared de ladrillo y desde el final de ésta hasta el tejado de la cabaña de madera del otro lado del canal —un salto reservado para unos pocos elegidos—. Siempre por el techo me dirigí al extremo opuesto de la cabaña y después de otro salto más hasta una abertura en la pared me lancé a un pequeño charco donde tomé prestadas unas armas automáticas. Bajé hasta el interior de la cabaña y elimine al guardián de una extraña llave que, por supuesto, tomé prestada. No sabía que utilidad podía darle pero estaría más segura en mi poder.
Cruce el estrecho canal a nado y entré por la pequeña puerta, que me reservaba otra sorpresita en forma de hombre armado. De regreso en la sala principal de la biblioteca pulse un interruptor que antes había pasado por alto en el calor de la refriega y entré por la puerta adyacente al mismo —muy bien guardada, por cierto, por otro par de gorilas con armas automáticas—. Tras salir nadando de nuevo llegué a una especie de detonador. Fue divertido activarlo con la llave que obtuve en la cabaña y ver como buena parte de la guarida de Bartoli volaba por los aires, aunque otro hombre armado no opinaba lo mismo que yo y tuvimos de zanjar nuestras diferencias a tiros.
Nunca supe cual era el verdadero propósito de semejante carga explosiva pero no fue esta la primera ni la última cosa inexplicable que me sucedió a lo largo de mi aventura. Escalé con cuidado y paciencia el edificio prácticamente derruido y acabé cayendo sin proponérmelo por una oscura rampa que no sabía donde me llevaría. Mientras me deslizaba por ella no podía dejar de pensar en que esta aventura empezaba a convertirse en una especie de pesadilla. ¡Inocente de mí! ¡No tenía ni idea de lo que me esperaba aún!

Acabé en una oscura rampa que no sabía dónde me llevaría |
¿Algún otro capítulo de la primera parte?
- La Gran Muralla
- Venecia
- El Escondite de Bartoli
- La Casa de la Ópera
- El Complejo Mar Adentro
- Área de Buceo
- 40 Brazas
- Naufragio del María Doria