EL GUIÓN (2):
"Guión y Guionista"

  
    Basado, por tanto, en la escritura teatral, el guión fue desarrollándose, adaptándose a las épocas, los gustos temáticos o las corrientes culturales y políticas a lo largo de los años de su historia. El guión es pues, la materia prima de una película, es el desarrollo de la idea, la trama, los diálogos, los personajes y la ambientación. Es la columna vertebral de un proyecto cinematográfico, el primer paso a su finalidad fílmica y la base de la construcción que comienza con el texto, esencia de lo que en un futuro será la película.

      Pero, ¿Es, por tanto, realmente tan importante el guión? Cierto es que un texto cinematográfico, por muy bueno que sea, solo vive cuando se ha convertido en imágenes y, por lo tanto, necesita de las labores técnicas de los profesionales que recogerán su obra y la convertirán en un film. Así pues sin guión no habrá película, pero sin película no habrá guión, ya que un guión, como tal, no es una obra literaria, ni siquiera un arte menor, es una idea de proyecto, es el pie de la construcción de una obra de arte que en sí será la película finiquitada. Por lo tanto el guión es parte de un proceso creativo en el que intervienen diferentes entes creadores en la elaboración de una obra determinada.

      El guión será para el cine, teatro o televisión, lo que la modelo es para la fotografía o pintura; y las notas del literato son para la novela. Es la base, pero no por ello lo más importante, al pertenecer a una cadena de trabajos de un equipo que trabaja unido sobre las ideas de un guionista y un director, atrezzadas por la intervención del director de fotografía o el decorador.

     Sin embargo, esto no le quita importancia al guionista que, por otro lado, es el creador de la historia y padre de la idea, y merece tanta atención como un director o un actor. Pero desgraciadamente este no es el caso y el guionista se encuentra, como ya hemos señalado, superado por la popularidad de directores y actores desde muy temprana edad cinematográfica. Así pues, como conclusión de este primer punto sobre el guión podremos afirmar que el guionista está desprestigiado y su obra, como consecuencia, también. Entrar o no en la importancia de éste, es tratar la polémica de siempre en la que, como habréis podido observar, es ligeramente complicado obtener una respuesta concreta.

     El guión, por su parte, como obra básica para la realización de un film y su importancia a la hora de analizar la calidad de una película, es un tema digno de un análisis más extenso que dejaremos para más adelante en el que, además, citaremos los casos de errores de guión y films cuyos guiones han sido la explicación para su conversión en una obra maestra o en un desastroso experimento cinematográfico.

     Esta situación se dará en el momento en que el texto fílmico solo cobre vida durante la representación en imágenes de las palabras escritas. En ese mágico momento, el guión se habrá convertido en su finalidad, y se olvidará, tras su efímera vida, junto a todos los elementos que han hecho posible que esas imágenes se claven en nuestra retina. Pero, por ahora, nos centraremos en el trabajo del guionista, heredero de los dramaturgos de antaño y en su forma de elaborar ese texto como profesional de la palabra y la narración. Para ello, desde el estudio de su importancia, su escritura y acercamiento a su trabajo destacaremos las afirmaciones de Jardiel Poncela, dramaturgo, escritor y literato español del siglo XX que desde su conocimiento del texto teatral expone a modo de denuncia y queja el siguiente alegato:

    "Resulta triste e inexplicable el silencio que guardan respecto al teatro todos los hombres que escriben para el teatro en España. ¿Por qué esta inhibición? ¿Por qué este callar persistente que no tiene igual en ninguna otra actividad? Los arquitectos publican libros de arquitectura. Los médicos escriben libros de medicina. Los escritores hacen ensayos de literatura... se escriben tomos de aviación, de tauromaquia, de balística, de numismática, de avicultura, de cartomancia, de la cría caballar... y del juramento de los jurados mixtos. Pero relativo al teatro, ni uno solo de nuestros autores teatrales escribe jamás el más insignificante folleto. ¿Por qué?" y continua respondiéndose: "Mucha gente ha reflexionado sobre esto sin hallar respuesta. Yo también he reflexionado largamente, con la diferencia de que creo haber hallado la respuesta buscada: Hela aquí: nuestros autores teatrales no escriben jamás nada acerca del teatro porque nuestros autores teatrales no saben escribir".

    Ésta afirmación, realizada en uno de los documentos escritos de Poncela a mediados de los años 30 y que tan drásticamente presenta a los propios autores teatrales, aún pudiendo reflejarse en los guionistas cinematográficos, contiene diversos matices que tratar. Poncela escribe, como hemos dicho, a mediados de la cuarta década del siglo XX y presenta la situación de su mencionada época, en su país, España, olvidándose por completo de los precursores como Lope de Vega o Moratín con sendos ensayos sobre la escritura teatral, o de sus coetáneos Jacinto Benavente o Gregorio Martínez Sierra.

    Además, se puede añadir que pocos años después Alfonso Sastre escribió un extenso estudio sobre el tema. Esos años de Poncela, son años en los que el cine ya existe, y por lo tanto los guionistas que imaginaban y escribían historias también. Pues bien. Ellos podrían entrar en la misma descripción mencionada sobre los autores teatrales, es decir, exceptuando extraños casos de escritores-guionistas, la mayoría no saben escribir debido a lo que el propio Poncela expone en su síntesis: "para escribir teatro no es absolutamente imprescindible saber escribir" así que para escribir películas, tampoco. He aquí el punto que buscábamos: los guionistas no son escritores por lo tanto no tienen porque saber escribir, así pues ¿Cómo van a escribir libros sobre su profesión?.

     Me explico, un escritor escribe una novela de cualquier genero con la intención de que esa obra sea conceptualmente la finalidad de su esfuerzo, por lo que además de narrar una historia la adornará de giros literarios, recursos estilísticos, metáforas, hipérboles y comparaciones, dividirá el resultado en secciones y capítulos, recurrirá a trucos literarios que le demuestren como señor de las palabras y embellezcan su narración, etc..., en dos palabras: sabrá escribir.

     Un guionista, por su parte, solo le es necesario saber contar la historia, hacerla interesante, llevar al espectador a través de la narración hasta la emoción por lo que le serán innecesarios todos los recursos estilísticos de los que se vale el escritor ya que su obra no estará dirigida a un lector sino, una vez convertida en imágenes, al espectador. De ahí que su trabajo no sea la obra terminada sino el comienzo de su gestación. Por tanto, cuando Poncela señala que los guionistas no saben escribir se está refiriendo, obviamente, a su falta de capacidad literaria, que no narrativa.

     Cierto es que, con el tiempo, los guionistas han aprendido a escribir y a editar, en algunos casos, sobre su trabajo, mientras que una sección del público lector se ha aficionado a leer guiones. Desde ese momento en el que los guiones se convierten en un producto leído, comenzarán a poder ser embellecidos literariamente. Pero siempre que el guión sea un instrumento de trabajo para su conversión en otra cosa, requerirá más técnica y menos literatura.

     Por otro lado, siempre hay casos de guionistas o dramaturgos que no se resisten a embellecer su trabajo, como en el caso de Valle-Inclán con sus maestras acotaciones en sus obras que son pura literatura, ya que las obras de teatro tienen más aceptación lectora que los del cine. Volviendo a la producción cinematográfica, un guión es una herramienta a la espera de la revisión de diversos profesionales que aportarán su particular grano de arena hasta su conversión en un trabajo conjunto que se alejará de la idea inicial del guionista.

     Así que, al ser un instrumento profesional y no una obra literaria se regirá por unas reglas específicas, comenzando por la regla de oro.


  James Lee Barlow