Basado,
por tanto, en la escritura teatral, el guión fue desarrollándose,
adaptándose a las épocas, los gustos temáticos o las corrientes
culturales y políticas a lo largo de los años de su historia. El
guión es pues, la materia prima de una película, es el desarrollo
de la idea, la trama, los diálogos, los personajes y la ambientación.
Es la columna vertebral de un proyecto cinematográfico, el primer
paso a su finalidad fílmica y la base de la construcción que comienza
con el texto, esencia de lo que en un futuro será la película.
Pero, ¿Es, por tanto, realmente tan
importante el guión? Cierto es que un texto cinematográfico, por
muy bueno que sea, solo vive cuando se ha convertido en imágenes
y, por lo tanto, necesita de las labores técnicas de los profesionales
que recogerán su obra y la convertirán en un film. Así pues sin
guión no habrá película, pero sin película no habrá guión, ya que
un guión, como tal, no es una obra literaria, ni siquiera un arte
menor, es una idea de proyecto, es el pie de la construcción de
una obra de arte que en sí será la película finiquitada. Por lo
tanto el guión es parte de un proceso creativo en el que intervienen
diferentes entes creadores en la elaboración de una obra determinada.
El guión será para el cine, teatro
o televisión, lo que la modelo es para la fotografía o pintura;
y las notas del literato son para la novela. Es la base, pero no
por ello lo más importante, al pertenecer a una cadena de trabajos
de un equipo que trabaja unido sobre las ideas de un guionista y
un director, atrezzadas por la intervención del director de fotografía
o el decorador.
Sin embargo, esto no le quita importancia
al guionista que, por otro lado, es el creador de la historia y
padre de la idea, y merece tanta atención como un director o un
actor. Pero desgraciadamente este no es el caso y el guionista se
encuentra, como ya hemos señalado, superado por la popularidad de
directores y actores desde muy temprana edad cinematográfica. Así
pues, como conclusión de este primer punto sobre el guión podremos
afirmar que el guionista está desprestigiado y su obra, como consecuencia,
también. Entrar o no en la importancia de éste, es tratar la polémica
de siempre en la que, como habréis podido observar, es ligeramente
complicado obtener una respuesta concreta.
El guión, por su parte, como obra básica
para la realización de un film y su importancia a la hora de analizar
la calidad de una película, es un tema digno de un análisis más
extenso que dejaremos para más adelante en el que, además, citaremos
los casos de errores de guión y films cuyos guiones han sido la
explicación para su conversión en una obra maestra o en un desastroso
experimento cinematográfico.
Esta situación se dará en el momento en
que el texto fílmico solo cobre vida durante la representación en
imágenes de las palabras escritas. En ese mágico momento, el guión
se habrá convertido en su finalidad, y se olvidará, tras su efímera
vida, junto a todos los elementos que han hecho posible que esas
imágenes se claven en nuestra retina. Pero, por ahora, nos centraremos
en el trabajo del guionista, heredero de los dramaturgos de antaño
y en su forma de elaborar ese texto como profesional de la palabra
y la narración. Para ello, desde el estudio de su importancia, su
escritura y acercamiento a su trabajo destacaremos las afirmaciones
de Jardiel Poncela, dramaturgo, escritor y literato español del
siglo XX que desde su conocimiento del texto teatral expone a modo
de denuncia y queja el siguiente alegato:
"Resulta triste e inexplicable el silencio
que guardan respecto al teatro todos los hombres que escriben para
el teatro en España. ¿Por qué esta inhibición? ¿Por qué este callar
persistente que no tiene igual en ninguna otra actividad? Los arquitectos
publican libros de arquitectura. Los médicos escriben libros de
medicina. Los escritores hacen ensayos de literatura... se escriben
tomos de aviación, de tauromaquia, de balística, de numismática,
de avicultura, de cartomancia, de la cría caballar... y del juramento
de los jurados mixtos. Pero relativo al teatro, ni uno solo de nuestros
autores teatrales escribe jamás el más insignificante folleto. ¿Por
qué?" y continua respondiéndose: "Mucha gente ha reflexionado
sobre esto sin hallar respuesta. Yo también he reflexionado largamente,
con la diferencia de que creo haber hallado la respuesta buscada:
Hela aquí: nuestros autores teatrales no escriben jamás nada acerca
del teatro porque nuestros autores teatrales no saben escribir".
Ésta
afirmación, realizada en uno de los documentos escritos de Poncela
a mediados de los años 30 y que tan drásticamente presenta a los
propios autores teatrales, aún pudiendo reflejarse en los guionistas
cinematográficos, contiene diversos matices que tratar. Poncela
escribe, como hemos dicho, a mediados de la cuarta década del siglo
XX y presenta la situación de su mencionada época, en su país, España,
olvidándose por completo de los precursores como Lope de Vega o
Moratín con sendos ensayos sobre la escritura teatral, o de sus
coetáneos Jacinto Benavente o Gregorio Martínez Sierra.
Además, se puede añadir que pocos años después
Alfonso Sastre escribió un extenso estudio sobre el tema. Esos años
de Poncela, son años en los que el cine ya existe, y por lo tanto
los guionistas que imaginaban y escribían historias también. Pues
bien. Ellos podrían entrar en la misma descripción mencionada sobre
los autores teatrales, es decir, exceptuando extraños casos de escritores-guionistas,
la mayoría no saben escribir debido a lo que el propio Poncela expone
en su síntesis: "para escribir teatro no es absolutamente imprescindible
saber escribir" así que para escribir películas, tampoco. He
aquí el punto que buscábamos: los guionistas no son escritores por
lo tanto no tienen porque saber escribir, así pues ¿Cómo van a escribir
libros sobre su profesión?.
Me explico, un escritor escribe una novela
de cualquier genero con la intención de que esa obra sea conceptualmente
la finalidad de su esfuerzo, por lo que además de narrar una historia
la adornará de giros literarios, recursos estilísticos, metáforas,
hipérboles y comparaciones, dividirá el resultado en secciones y
capítulos, recurrirá a trucos literarios que le demuestren como
señor de las palabras y embellezcan su narración, etc..., en dos
palabras: sabrá escribir.
Un guionista, por su parte, solo le
es necesario saber contar la historia, hacerla interesante, llevar
al espectador a través de la narración hasta la emoción por lo que
le serán innecesarios todos los recursos estilísticos de los que
se vale el escritor ya que su obra no estará dirigida a un lector
sino, una vez convertida en imágenes, al espectador. De ahí que
su trabajo no sea la obra terminada sino el comienzo de su gestación.
Por tanto, cuando Poncela señala que los guionistas no saben escribir
se está refiriendo, obviamente, a su falta de capacidad literaria,
que no narrativa.
Cierto es que, con el tiempo, los guionistas
han aprendido a escribir y a editar, en algunos casos, sobre su
trabajo, mientras que una sección del público lector se ha aficionado
a leer guiones. Desde ese momento en el que los guiones se convierten
en un producto leído, comenzarán a poder ser embellecidos literariamente.
Pero siempre que el guión sea un instrumento de trabajo para su
conversión en otra cosa, requerirá más técnica y menos literatura.
Por otro lado, siempre hay casos de guionistas
o dramaturgos que no se resisten a embellecer su trabajo, como en
el caso de Valle-Inclán con sus maestras acotaciones en sus obras
que son pura literatura, ya que las obras de teatro tienen más aceptación
lectora que los del cine. Volviendo a la producción cinematográfica,
un guión es una herramienta a la espera de la revisión de diversos
profesionales que aportarán su particular grano de arena hasta su
conversión en un trabajo conjunto que se alejará de la idea inicial
del guionista.
Así
que, al ser un instrumento profesional y no una obra literaria se
regirá por unas reglas específicas, comenzando por la regla de oro.
James
Lee Barlow
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